A 110 años
¿A qué clase de lugar había ido a parar,
y entre qué clase de gente?
¿En qué especie de sombría aventura me había embarcado?
Empecé a frotarme los ojos y me pellizqué
para comprobar que estaba despierto.
Todo se me antojaba una horrible pesadilla,
y esperaba que despertaría de repente y me encontraría en casa,
mientras la aurora se filtraba lentamente por las ventanas,
tal como me había sentido una y otra vez por las mañanas
después de uno o dos días de trabajo excesivo.
Pero mi carne respondió a la prueba del pellizco,
y mis ojos no podían engañarse.
Estaba despierto en los Cárpatos.
Lo único que podía hacer ahora era tener paciencia
y esperar la llegada del amanecer.
Bram Stoker, Drácula, 1897.